Quien empieza una dieta suele tener un objetivo claro: desinflamar y adelgazar la zona abdominal. Y la primera idea que viene a la mente es hacer abdominales. ¿Pero realmente es útil?
La respuesta no es tan sencilla. Si tienes acumulación de grasa visceral o subcutánea en el abdomen, hacer abdominales no es suficiente. Es más, puede volverse frustrante.
Aquí tienes lo que necesitas saber para no perder el tiempo y obtener resultados reales.
Para empezar, desmitifiquemos la falsa creencia de que basta con hacer crunch para quemar la grasa abdominal. Es un error. Los ejercicios fortalecen el músculo pero no eliminan la grasa que lo cubre. Así que podría crearse una situación bastante compleja: un abdomen más tonificado pero cubierto de grasa. Esto se debe a que la grasa no se pierde de forma localizada, sino de manera sistémica, y la zona abdominal es la más resistente, especialmente en hombres, mujeres en la menopausia y personas estresadas. En resumen, no depende de cuántos abdominales hagas, sino de las hormonas, del tipo de alimentación y del estilo de vida.
Si ya estás a dieta, sabes perfectamente que tu cuerpo está en déficit calórico y obtiene energía de la grasa, pero no de donde te gustaría. Así que hacer abdominales sin duda ayuda con la postura, la conicidad y la conciencia del core, pero no reduce por sí solo la circunferencia de la cintura. Esto no significa que sean inútiles, pero no deberías concentrarte solo en ellos.
La buena noticia es que hay actividades que realmente queman la grasa abdominal, pero también la del resto del cuerpo. Estas son: caminar rápido a diario, que ayuda a todo el cuerpo reduciendo el colesterol; el NEAT activo (del que te hemos hablado aquí); el HIIT y los circuitos de cuerpo completo ligeros, que son breves pero eficaces incluso para principiantes; y por último, ejercicios de estabilidad del core, como el plank o el vacuum, que activan profundamente sin causar estrés.
Hay muchas personas que hacen incluso 200 abdominales al día pero luego duermen mal, comen peor y viven estresadas, sin ver resultados visibles y, al contrario, con mucha frustración.
El primer paso, en cambio, es cuidar la alimentación. Una dieta eficaz para esta zona debería ser rica en fibras y proteínas, y baja en azúcares simples que provocan picos de glucosa y ralentizan la pérdida de peso. También hay que tener cuidado con los alimentos que pueden causar hinchazón, como los lácteos, el gluten y el alcohol, especialmente si los consumes con frecuencia y sin darte cuenta del efecto que tienen en tu cuerpo.
En cuanto al movimiento, la constancia vale más que la intensidad. No necesitas una hora de abdominales al día, sino unos minutos todos los días, siempre. Es el hábito lo que cambia el cuerpo, no el esfuerzo aislado. Caminar, hacer ejercicios suaves para el core, trabajar en la postura e incluso incorporar la respiración diafragmática puede marcar la diferencia, especialmente si la grasa abdominal también está relacionada con el estrés. La clave es simple: menos presión, más continuidad. Y es ahí donde empiezan los resultados.
Hacer abdominales puede ser útil… pero no para “derretir” la barriga. El verdadero cambio se construye desde dentro, con una alimentación adecuada, movimiento constante y un cuerpo que trabaja en conjunto. Si quieres realmente adelgazar el abdomen, desmonta los falsos mitos y empieza por las bases. Los resultados llegan. Y no son solo estéticos.
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