Ideas sencillas y cálidas para decidir qué beber en Navidad: antes, durante y después de la cena. Opciones con y sin alcohol, sin complicarse la vida.
Abrazos en la puerta, abrigos sobre la silla, el horno marcando tiempos. En ese hueco entre el “¿cómo estás?” y el primer plato, las Bebidas de Navidad ya trabajan: rompen el hielo y marcan el ritmo. Una bandeja con vasos fríos, una jarra de agua con rodajas de naranja y romero, y algo suave para brindar sin prisa.
Para los Aperitivos navideños funcionan bien un vermut ligero con sifón o una sidra fresca. Y, en paralelo, un ponche de frutas sin alcohol: manzana, canela, clavo y un toque de jengibre. Nada de complicarse: hielo a mano, pinzas, y vasos marcados con pequeñas cintas para evitar confusiones. El Ministerio de Sanidad recuerda que ofrecer siempre opciones sin alcohol es buena práctica, también en fiestas.
La conversación se asienta y la comida pide compañía discreta. Aquí convienen bebidas que no roben protagonismo ni llenen demasiado. Agua fresca —con o sin gas— en el centro de la mesa, y sorbos cortos. Vinos suaves si hay quien los disfruta, cerveza ligera en copa pequeña, o una sidra más seca que limpie sin endulzar.
Quien prefiera alternativas sin alcohol puede seguir con el ponche rebajado con agua con gas, mosto frío, o una limonada suave con hierbabuena. En hogares de España y América Latina, también entra bien una chicha morada o un té frío de hibisco. La clave es simple: temperaturas agradables, nada excesivamente dulce, y pausas naturales entre bocado y bocado. Según el INE, diciembre concentra gran parte del gasto festivo en alimentación y bebidas; por eso conviene priorizar sencillez: menos botellas, mejor elegidas.
Llega el turrón, el panettone o los buñuelos, y la mesa baja una marcha. Es el turno del café, las infusiones y algún licor compartido. Un café de olla con canela en México, una manzanilla con cáscara de naranja en España, un canelazo suave en los Andes. Para quien quiera algo más, un orujo de hierbas, un anís o un ron añejo, servidos en dosis pequeñas y sin prisa.
Un termo con agua caliente y una cajita de tés resuelve más de lo que parece. También un chocolate caliente espeso para las criaturas y para los mayores que conducen. El cuerpo lo agradece, la charla también.
Al final, Qué beber en Navidad no va de etiquetas sino de momentos. El brindis une, hace silencio y guiña un “gracias por venir”. Puede ser con cava, sidra, agua con gas o té: en Navidad en familia, la copa importa menos que la mirada. Lo que queda, al apagar la luz del comedor, es ese rumor de voces y vasos que se tocan sin hacer ruido.
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