Durante años fue demonizada: demasiado grasa, demasiado pesada, algo que debía evitarse si se quería comer sano. Pero hoy, la nata montada fresca y sin azúcar añadido se está tomando su revancha.
Porque no solo no es tan perjudicial como se creía, sino que incluso podría tener un efecto positivo sobre nuestro intestino. Sí, has leído bien. Entre los muchos alimentos que han sido reevaluados en los últimos tiempos, la nata montada fresca ha recuperado un pequeño espacio entre las grasas “buenas”, al menos cuando se consume con moderación y se elige con criterio. La clave está en la calidad, la cantidad y su composición, que incluye una sustancia poco valorada pero muy importante para el sistema digestivo.
Esto no significa que debamos empezar a comer cucharadas de nata a diario, pero una pequeña porción de nata montada fresca puede tener un impacto más positivo que negativo, especialmente si se añade ocasionalmente a desayunos, postres o meriendas saludables. Pensemos, por ejemplo, en un bol de fresas con un poco de nata fresca: un postre simple, ligero, saciante y sin azúcares añadidos, si se prepara correctamente.
La nata fresca contiene ácido butírico, un ácido graso de cadena corta fundamental para nutrir las células del intestino, reforzar la barrera intestinal y reducir la inflamación en la mucosa. Algunos estudios lo señalan como clave para la salud digestiva y el equilibrio del microbiota intestinal.
Uno de los errores más comunes es pensar que la nata montada es dañina por su dulzor. Pero la realidad es que el problema no es la nata en sí, sino el azúcar añadido. Si se consume al natural, montada solo con aire, se obtiene una crema ligera y sabrosa, rica pero no pesada, que además proporciona una saciedad mayor que muchos postres industriales.
Además, en igualdad de volumen, la nata montada tiene menos calorías de lo que se cree: gracias al aire incorporado durante el batido, su densidad calórica disminuye. Esto la hace ideal incluso en pequeñas dosis para acompañar preparaciones sencillas sin resultar pesada.
Como siempre, el contexto es importante. Si eres intolerante a la lactosa o necesitas controlar estrictamente las grasas saturadas, es mejor tener precaución o elegir versiones sin lactosa. Pero para quienes siguen una dieta variada y moderada, la nata montada fresca puede ser un complemento placentero e incluso beneficioso.
En definitiva, no todo lo cremoso y rico debe evitarse. La clave está en saber qué estás comiendo y elegir versiones simples, no industriales, sin azúcar añadido. Así, incluso la nata puede volver a tener un lugar en tu cocina… y en tu bienestar.
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