Con la llegada del otoño, muchas personas se sienten más cansadas, tienen hambre ya a media mañana o empiezan a sufrir ataques de hambre por la noche. Muchos se culpan, pensando que les falta fuerza de voluntad. Pero a menudo el problema está en el origen, y tiene un nombre claro: un desayuno incorrecto.
Durante el verano solemos desayunar de forma más ligera, rápida o fría: un vasito de yogur, dos galletas, un puñado de copos de avena y listo. Pero con el cambio de estación, el cuerpo tiene necesidades completamente diferentes. Hace más frío, cambia la exposición a la luz, disminuye la serotonina y el metabolismo necesita más energía y mejor distribuida. Y si el desayuno es pobre o desequilibrado, el cuerpo “lo pide de vuelta” por la tarde o por la noche, en forma de antojos, nerviosismo y hambre constante.
No es una cuestión de calorías, sino de estructura, y basta poco para corregirlo.
En otoño el desayuno debería ser más caliente, más proteico y más completo. Esto no significa complicarse la vida, sino hacer elecciones más inteligentes. Por ejemplo, el yogur frío con copos de avena puede sustituirse por una crema caliente de avena cocida con leche vegetal, enriquecida con canela, fruta cocida, frutos secos o semillas de lino.
También se puede optar por desayunos salados, que sacian por más tiempo: pan integral tostado con huevo duro o revuelto, hummus, aguacate, tofu salteado con verduras, una loncha de queso curado con fruta fresca. Bastan pocos minutos y un poco de organización.
Lo importante es incluir una fuente de proteínas, aunque sea pequeña: huevos, ricotta, semillas oleaginosas, proteínas vegetales o animales. Esto permite estabilizar la glucemia y mejorar la saciedad. No por casualidad, un estudio publicado en el British Journal of Nutrition demostró que un desayuno con al menos 25 gramos de proteína reduce significativamente el hambre durante el día y mejora el equilibrio insulínico, especialmente en mujeres en premenopausia.
También la comida caliente cumple su papel: los alimentos tibios y suaves por la mañana reducen el cortisol y favorecen la digestión. Una papilla de cereales con manzana cocida, canela y una cucharadita de mantequilla de almendras puede hacer maravillas en la energía y el apetito.
Quien tenga prisa puede prepararlo todo la noche anterior: overnight oats calientes recalentados en microondas, pancakes salados para calentar en la sartén, o barritas caseras con semillas, avena y huevos. No hace falta cambiarlo todo, pero sí escuchar al cuerpo y adaptar el desayuno a la estación.
Porque si el desayuno es el adecuado, se come menos durante el resto del día. Y la dieta funciona sin ni siquiera pensarlo demasiado.
No hace falta ser una estrella de Hollywood para permitirse una semana de “reset”. La…
Su piel siempre ha sido una de las más admiradas de Hollywood, pero el secreto…
La piel impecable de Tamara Falcó se ha convertido en una referencia para quienes aman…
Cuando llega el otoño, el cansancio parece apoderarse de todo. Pero a veces, la solución…
Empezar de nuevo por uno mismo no es una ilusión, sino una elección consciente que…
Halloween sin dulces es como una calabaza sin vela. Pero si estás a dieta, no…