Comer sano no significa renunciar a los platos de pasta, al contrario. Existen alternativas a la pasta tradicional que no solo son más ligeras, sino también más ricas en proteínas y sin gluten.
La pasta de legumbres es un ejemplo perfecto: se cocina igual que cualquier otra pasta, tiene una textura agradable y un sabor delicado que combina muy bien con salsas frescas y vegetales. Yo la uso a menudo cuando quiero un plato completo pero fácil de digerir, que sacie sin pesar y que sea ideal tanto para el almuerzo como para la cena.
Esta versión con crema de calabacín y albahaca se ha convertido en una de mis favoritas porque es cremosa sin nata ni queso, está lista en menos de 20 minutos y se puede comer también fría. Perfecta para quienes están a dieta, para quienes siguen una alimentación sin gluten o simplemente para quienes buscan un plato veraniego, ligero y lleno de sabor.
Los calabacines salteados y triturados se convierten en una crema suave que envuelve la pasta sin necesidad de mantequilla ni lácteos. La albahaca fresca aporta aroma, y un chorrito de aceite de oliva virgen extra completa el plato de forma equilibrada. Lo mejor es que, incluso sin ingredientes “ricos”, esta pasta es sabrosa, reconfortante y sorprendentemente ligera.
70 g de pasta de lentejas o garbanzos
1 calabacín mediano
5-6 hojas de albahaca fresca
1 cucharadita de aceite de oliva virgen extra
Sal y pimienta al gusto
1 cucharada de agua de cocción (si hace falta para aligerar la crema)
(Opcional) ralladura de limón o una pizca de pimentón dulce
Lleva a ebullición una olla con agua con sal y cocina la pasta de legumbres según las indicaciones del paquete (normalmente bastan 7–8 minutos).
Mientras tanto, lava y corta el calabacín en rodajas. Saltéalo en una sartén con un poco de aceite y una pizca de sal hasta que esté tierno y dorado.
Pasa el calabacín a una batidora con las hojas de albahaca fresca y, si hace falta, una cucharada de agua caliente o del agua de cocción. Tritura hasta obtener una crema lisa.
Escurre la pasta y mézclala enseguida con la crema de calabacín. Añade pimienta y, si te gusta, un toque de ralladura de limón.
Sirve al momento o déjala enfriar y disfrútala fría: también está riquísima así.
Puedes enriquecer este plato con un puñado de garbanzos crujientes, unas láminas de almendra tostada o una cucharadita de levadura nutricional para un sabor más intenso. Si prefieres una textura más suave, puedes añadir una cucharada de yogur griego 0% a la crema de calabacín antes de triturar.
¿Quieres darle un toque picante? Añade una pizca de guindilla o jengibre fresco rallado.
No cocines demasiado la pasta de legumbres: se vuelve blanda fácilmente y pierde consistencia. El calabacín, en cambio, debe dorarse ligeramente sin llegar a quemarse: una cocción rápida y viva es suficiente para resaltar su sabor. Y recuerda triturar bien la crema: los grumos o trocitos arruinarían la textura suave que hace que este plato sea tan especial.
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