Cuando se empieza una dieta, no hay que pensar en un equilibrio numérico, sino en todo el potencial que se puede expresar: mayor claridad mental, resistencia al estrés y salud del corazón.
Hoy en día, la ciencia confirma que los estilos de alimentación saludables no solo alargan el deseo de vivir, sino que también mejoran la vida cotidiana. Despertarse por la mañana de mal humor y sin energía es una condición ya demasiado común incluso entre quienes llevan una vida sin estrés, pero la alimentación influye de una manera que tiene en cuenta todo esto.
Algunos alimentos estimulan la serotonina y la dopamina, regulándolas de forma natural, sin agotar su energía ni la del otro. Juegan un papel fundamental los cereales integrales, las semillas oleaginosas, el aguacate, el pescado rico en omega 3 y, atención, ¡el chocolate negro!
No es el intestino ni el estómago el que tiene hambre, sino nuestro cerebro, ya que es el “órgano más hambriento del cuerpo”. Necesita un suministro constante de nutrientes, buenos ácidos grasos, vitaminas del grupo B y antioxidantes. En cambio, una dieta pobre o monótona puede afectar la memoria, reducir la concentración y aumentar la inestabilidad mental.
Ya con solo incorporar elementos clave como nueces, arándanos, pescado azul, huevos y verduras de hoja verde en nuestra dieta, puede cambiar considerablemente la energía que tenemos a disposición. Incluso el número en la balanza puede sorprendernos, especialmente si no estamos acostumbrados a consumir estos alimentos.
Siguiendo estos consejos, les resultará mucho más natural alimentarse bien. Incluso aquellos alimentos que no es necesario eliminar por completo, pero que sin duda son proinflamatorios para el organismo —como la carne roja, el exceso de lácteos, las cocciones pesadas y los azúcares refinados—, se reducirán casi espontáneamente.
Una dieta bien hecha no solo te ayuda a perder peso: te hace estar lúcido, tranquilo y con un bienestar real.
No te veré solo en tu equilibrio, en tu piel, en tu seguridad, en tu calma, en tu capacidad de enfrentar el estrés. Gestionarse con inteligencia no es una moda: es una forma concreta de autocuración.
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