Uvas, lentejas, roscón y rosca: supersticiones comestibles de las fiestas invernales en España y América Latina, entre rito doméstico, humor y esperanza
La abuela se moja los dedos con azúcar glas y aparta, paciente, las pepitas de las uvas. En la mesa, un puñado de lentejas espera su turno como si fueran moneditas. La rosca —o roscón— descansa en la caja, coronas de cartón incluidas. Afuera hace frío; adentro, los rituales calientan.
Estas supersticiones comestibles no son capricho: intentan dar forma a la incertidumbre. El invierno, con su calma rara y sus balances, pide gestos sencillos. España y buena parte de América Latina encuentran en la despensa ese lenguaje: dulces, legumbres, frutas y la fe —discreta— en que el año nuevo se deje domesticar.
Las doce uvas, una por campanada, marcan en España el minuto más televisado del año. Las Campanadas reúnen a millones de espectadores, de acuerdo con RTVE. La costumbre se popularizó a principios del siglo XX y, según crónicas de 1909, los viticultores alicantinos aprovecharon un excedente para convertirlo en tradición. Doce meses, doce deseos: doce uvas de la suerte.
Consejo práctico: si te atragantas con la cuarta, no es mala suerte, es logística. Uvas peladas y sin pepitas ayudan; para niños, mejor en cuartos longitudinales, como recomiendan pediatras, por seguridad. Y si cambias uva por arándano, el año no se ofende: lo importante es el rito compartido.
En Italia se comen con cotechino en Nochevieja; su forma de moneda promete prosperidad. La idea cruzó el Atlántico: en Argentina y Chile es habitual tomar una cucharada a medianoche; en Colombia y Perú muchos guardan lentejas en el bolsillo como imán de dinero, cuentan los medios locales cada diciembre. Es la versión culinaria del “que no falte”.
Aplicación doméstica: una ensalada tibia de lentejas —aceite de oliva, cebolleta, un golpe de vinagre— se prepara en diez minutos con legumbre ya cocida. Si no te convencen, lleva unas en el bolsillo y dona el resto al día siguiente: la abundancia también se invoca compartiendo.
En España, el roscón de Reyes guarda una figurita y una haba. Quien encuentra la figurita se corona; quien halla el haba paga el dulce, norma extendida desde el siglo XIX. En México, la Rosca de Reyes esconde muñequitos y, según la costumbre, quien los descubre invita tamales el 2 de febrero, día de la Candelaria.
Truco de anfitrión: piezas pequeñas bien visibles al cortar y advertencia para peques. Si puedes, elige masa con fermentación lenta: la miga aguanta el café y la tertulia. Y sí, esa ronda extra de café suele saldar la deuda del haba con humor.
Además de las uvas, algunas mesas suman cítricos para “limpiar” el paladar o granada por sus semillas de abundancia, herencia mediterránea. En casas del Cono Sur, la ensalada de frutas cierra la cena como promesa de un verano largo y ligero.
Al final, todo es esto: domar el futuro con un bocado. El invierno sigue siendo invierno, pero entre azúcar glas, legumbres humeantes y fruta fresca, la esperanza encuentra su sabor.
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