Tienen un sabor amargo que no a todos les gusta, pero son un remedio natural potentísimo para depurar el organismo y aliviar la digestión.
Durante años evité las verduras amargas. Me parecían tristes, difíciles de combinar y poco apetecibles. Hasta que, casi por casualidad, descubrí que justamente esas verduras que suelen quedar olvidadas en el supermercado: achicoria, escarola, rúcula o radicchio, son de las más valiosas para la salud del hígado y del intestino. Después de unas semanas de consumo regular, noté una digestión más ligera, menos hinchazón abdominal y una piel mucho más luminosa. No hace falta ningún programa “detox” ni suplementos caros: basta con darles una oportunidad a estos sabores olvidados.
Estas verduras contienen fitonutrientes y sustancias amargas naturales (como la cinarina de la alcachofa o la intibina de la achicoria) que estimulan la producción de bilis, mejorando el trabajo del hígado y ayudando a eliminar toxinas de forma natural. Este proceso también facilita la digestión de las grasas y evita la sensación de pesadez después de comer.
Un estudio publicado en Phytotherapy Research demostró que la cinarina ayuda al hígado a regenerarse y favorece la reducción de lípidos en sangre, mejorando el metabolismo. Además, las verduras amargas son ricas en potasio y fibras prebióticas, que fortalecen la flora intestinal y reducen la retención de líquidos. Por eso, quienes las incorporan con frecuencia a su dieta suelen notar un abdomen más plano y una sensación de energía renovada.
Verduras como la escarola o la achicoria silvestre, si se consumen templadas y aliñadas con aceite de oliva virgen extra, limón y una pizca de sal, se convierten en un auténtico “elixir digestivo”. El radicchio rojo también es un gran aliado: sus antocianos protegen las células hepáticas del estrés oxidativo.
Para acostumbrarse a su sabor amargo, basta con empezar poco a poco: mezclarlas con ensaladas más dulces, saltearlas con ajo y aceite o añadirlas a una tortilla o crema caliente. Lo importante es no cocinarlas en exceso, ya que el calor destruye parte de sus compuestos activos.
Un truco sencillo es comerlas antes del plato principal, como entrante: sus sustancias amargas estimulan los jugos gástricos y preparan al organismo para digerir mejor. En pocos días, ese sabor que al principio parecía desagradable se vuelve casi adictivo… y el cuerpo empieza a pedirlo de forma natural.
Descubre los consejos sencillos y humanos del doctor Shigeaki Hinohara, el médico japonés que vivió…
Ser ligero no significa vivir a base de ensaladas insípidas o yogures tristes. La ligereza,…
Sanar no significa solo curar el cuerpo, sino también restablecer un diálogo sincero con uno…
Sharon Stone nunca ha seguido las reglas, ni siquiera cuando se trata de bienestar. A…
Crujientes por fuera, suaves por dentro, llenas de sabor y lo bastante ligeras como para…
Nieves Álvarez es de esas mujeres que no siguen la moda: la crean. Ex modelo…