Cuando bajan las temperaturas, no solo el abrigo marca la diferencia: también lo que comes puede ayudarte a sentir más calor y energía desde dentro.
Cada año, con la llegada del frío, el cuerpo cambia de ritmo. El metabolismo se ralentiza, aumenta el deseo de platos calientes y aparece esa sensación de frío que no desaparece ni con una manta encima. Es una reacción natural: el organismo gasta más energía para mantener estable la temperatura interna, y si no lo apoyas con la alimentación adecuada, acaba “guardando” energía en lugar de generarla.
La buena noticia es que existen alimentos capaces de activar la termogénesis, el proceso mediante el cual el cuerpo produce calor a través de la digestión y el metabolismo. En otras palabras, puedes “calentarte desde dentro”, de forma natural, sin estimulantes ni excesos.
Muchos creen que solo los platos calientes sirven para combatir el frío, pero no es del todo así. El calor que sientes tras una sopa o una pasta humeante es temporal: la verdadera diferencia la marcan los nutrientes termogénicos, que aumentan la producción de energía en las células. Algunos alimentos, como el jengibre, la canela o el chile, contienen compuestos que estimulan la circulación y activan los receptores del calor. Otros, como los cereales integrales o las legumbres, liberan energía lentamente, manteniendo la temperatura corporal estable durante horas.
Los grasas saludables, como las del aceite de oliva virgen extra o el aguacate, también son esenciales: ayudan al cuerpo a quemar calorías de forma eficiente y a conservar la sensación de calor por más tiempo. Incluso algo tan simple como el té verde puede contribuir, gracias a sus catequinas y pequeñas dosis de cafeína, que mejoran la termogénesis de manera suave pero constante.
Un estudio publicado en el American Journal of Clinical Nutrition demostró que algunas especias —especialmente el jengibre y el chile— pueden aumentar el gasto energético diario hasta un 15%, favoreciendo la producción de calor corporal y mejorando la circulación periférica. Esto explica por qué, incluso sin cambiar demasiado la dieta, añadir una especia o un condimento natural a tus comidas puede hacerte sentir más cálido y con más vitalidad.
Cuando los días se acortan, es normal buscar comfort food, pero la clave está en equilibrar placer y calor interno. Las sopas de legumbres con aceite en crudo y especias, los platos de cereales integrales con verduras de temporada o una simple bebida caliente con canela o jengibre pueden convertirse en verdaderos aliados contra el frío. No solo calientan, sino que también aportan una sensación de bienestar profundo, ya que estimulan la producción de serotonina, la hormona del buen humor.
Después de unos días, el cuerpo se adapta a este nuevo ritmo: sientes menos necesidad de azúcar o comidas pesadas, te calientas con más facilidad y el estado de ánimo mejora. Es la señal de que el organismo ha recuperado su equilibrio térmico natural. Prepararse para el frío con la comida significa nutrir el calor interno, ese que no depende de la calefacción ni de la ropa, sino de cómo cuidas tu cuerpo cada día.
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