Muchas personas los toman cada día con la esperanza de mejorar la digestión, reducir la hinchazón o simplemente sentirse más “ligeras”.
Los probióticos están por todas partes: en cápsulas, yogures, bebidas “inteligentes” e incluso en barritas para picar. Sin embargo, en muchos casos, quienes los toman con regularidad se sienten decepcionados: la hinchazón sigue, el abdomen no se desinfla y la digestión no mejora. El problema es que no basta con tomarlos: hay que saber cuándo y cómo.
Estos microorganismos están vivos, y como todos los seres vivos, son sensibles al entorno que los rodea. El primer obstáculo que encuentran es el estómago, con su acidez natural. Si los tomas en el momento equivocado, muchos ni siquiera llegan al intestino. Según varios estudios —incluido uno publicado en Gastroenterology & Hepatology—, tomarlos antes o durante una comida ligera es la mejor forma de protegerlos. La comida actúa como una especie de “escudo protector”, ralentiza el paso y reduce la agresividad del ambiente gástrico, aumentando las probabilidades de que lleguen vivos donde realmente se necesitan.
Pero no se trata solo del momento. Con qué los tomas también marca la diferencia. Los probióticos funcionan mejor si encuentran en el intestino el “alimento” adecuado para asentarse: las fibras prebióticas. Estas están presentes en alimentos comunes pero a menudo olvidados, como la avena, la cebolla, el puerro, el ajo, el plátano y las legumbres. La combinación de probióticos y prebióticos se conoce como simbióticos, y un estudio publicado en el American Journal of Clinical Nutrition demostró que esta asociación puede tener efectos más duraderos en la flora intestinal que los probióticos por sí solos.
Para empezar, es útil tomar los probióticos siempre a la misma hora, idealmente por la mañana o durante un tentempié, junto con un alimento ligero y rico en fibra. Evita tomarlos con bebidas muy calientes, como café o té hirviendo, ya que el calor puede dañarlos. Si usas suplementos, es mejor elegir cepas específicas según tus necesidades (para tránsito lento, intestino irritable, después de antibióticos…) y consultar con un profesional.
Para empezar, es útil tomar los probióticos siempre a la misma hora, idealmente por la mañana o durante un tentempié, junto con un alimento ligero y rico en fibra. Evita tomarlos con bebidas muy calientes, como café o té hirviendo, ya que el calor puede dañarlos. Si usas suplementos, es mejor elegir cepas específicas según tus necesidades (para tránsito lento, intestino irritable, después de antibióticos…) y consultar con un profesional.
Por último, los probióticos no deben tomarse de forma obsesiva: una buena estrategia puede ser alternar ciclos de uso con períodos de descanso, para que el intestino se estabilice y funcione por sí solo. Integrarlos en una dieta equilibrada, variada, baja en azúcares y rica en fibra es la forma más sencilla de revitalizar nuestra microbiota. Y, en muchos casos, de sentirnos mejor día tras día.
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