De este mes casi nunca se habla lo suficiente. Todos se concentran en septiembre, con los buenos propósitos de la vuelta, las dietas detox, los gastos inteligentes.
Pero es octubre el verdadero punto crítico: el mes en el que se empieza a engordar sin darse cuenta. No hay un cambio brusco, solo una serie de pequeños hábitos que se modifican: se cocina más, se sale menos, se buscan comfort food, aumenta el hambre y disminuye la energía. Todo de manera lenta, casi en silencio. Y ese es justamente el problema: cuando nos damos cuenta, los vaqueros ya aprietan.
Un estudio publicado en el European Journal of Clinical Nutrition evidenció que el peso corporal tiende a subir gradualmente de octubre a diciembre, con picos entre finales de otoño y principios de invierno. Y no es solo culpa de las fiestas: el aumento de peso empieza antes, debido a una mezcla de factores hormonales, ambientales y conductuales. La disminución de la luz, por ejemplo, baja los niveles de serotonina, lo que tiene un impacto directo en el estado de ánimo y el apetito. Aumentan las ganas de azúcar, se duerme peor y la digestión se vuelve más lenta.
La buena noticia es que basta con intervenir a tiempo, sin hacer revoluciones. Cuando el cuerpo empieza a cambiar, hay que prevenirlo, no perseguirlo. Y esto se consigue con pequeños gestos concretos, empezando por la mañana.
Un desayuno salado, por ejemplo, con huevos duros, pan integral tostado y un poco de verdura, puede ayudar a estabilizar la glucemia y a reducir los ataques de hambre durante el día. Es un hábito sencillo, pero potentísimo, que disminuye la necesidad de azúcares rápidos ya a media mañana.
También en la comida y en la cena, el truco está en elegir platos calientes pero ligeros, como cremas de verduras y legumbres, o cereales integrales combinados con proteínas magras. Así se obtiene esa sensación de confort que el cuerpo busca, pero sin sobrecargarse. Además, es fundamental no olvidar las verduras amargas, como achicoria, radicchio o escarola: ayudan al hígado, desinflaman y estimulan la digestión.
En cuanto a los tentempiés, es fácil caer en dulces envasados o snacks improvisados. Pero basta muy poco para sustituirlos con alternativas inteligentes: manzanas al horno con canela, kéfir con semillas o hummus con bastoncitos de verduras. Sacian, regulan el microbiota y no provocan la clásica bajada de energía a media tarde.
Octubre también puede convertirse en un mes de estabilidad, si aprendemos a leer mejor las señales del cuerpo, sin forzarlo y sin castigarlo. Más que una dieta, hace falta una escucha atenta. Porque engordar sin darse cuenta es fácil, pero mantener el equilibrio es posible, si se empieza antes de que el ciclo se active.
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