En una cocina con el vaho de las ventanas empañado por el frío de diciembre, una sartén chisporrotea. Ajo, laurel, aceite vivo. En algunas mesas, lo que se dora es capitón frito: no cualquier pescado, sino una anguila gruesa que parece, de lejos, un pequeño serpiente. ¿Por qué justo en Nochebuena?
“Capitón” viene del italiano capitone: así se llama a la gran hembra de la anguila, ideal para cortar en rodajas y freír. Según la enciclopedia Treccani, es un bocado ritual de la víspera navideña en el sur de Italia. La forma alargada no es casual: este plato ha cargado durante siglos con el peso del símbolo. La anguila recuerda a la serpiente bíblica, y esa semejanza ha alimentado historias, pequeños exorcismos domésticos y bromas de sobremesa.
Durante mucho tiempo, la Nochebuena fue jornada de abstinencia: se evitaba la carne y se optaba por pescado. Las normas se flexibilizaron en 1966, según el Vaticano, pero la costumbre quedó. La anguila, abundante en ríos y lagunas europeas, se conservaba bien y se conseguía en invierno. Era práctica, sabrosa y, sobre todo, “de vigilia”.
En Nápoles o Roma, el capitón se ha entendido como gesto protector: friendo y comiendo al “serpiente”, se espantaba lo malo del año que termina. Hay crónicas costumbristas que retratan a las familias comprando anguilas vivas y manteniéndolas en agua hasta la cena, un rito que hoy suena duro, pero que subraya la idea central: no es solo un plato, es una manera de conjurar el miedo. El folklore hace su trabajo donde la razón no llega.
En España, la Nochebuena también huele a pescado: besugo al horno en Madrid, merluza en el norte, o anguila en clave local, como el all i pebre de la Albufera de Valencia. En Andalucía aún se oye “capitón” en algunas pescaderías para la anguila grande. Y en ciudades con fuerte diáspora italiana, de Buenos Aires a Ciudad de México, sobreviven versiones del capitone frito como guiño a los abuelos.
Pide al pescadero rodajas de 2–3 cm. Lava con agua fría y un chorrito de vinagre para retirar la baba; seca muy bien. Marina 30 minutos con ajo, laurel y un toque de limón; sala al final. Enharina ligero (harina común o de maíz), sacude el exceso y fríe a 170–180 °C hasta dorar. Descansa en rejilla. Sirve con escarola, hinojo o una ensalada de naranja; el ácido equilibra la grasa. Seguridad: la sangre de la anguila es tóxica cruda; cocida pierde el riesgo. Manipula con guantes si hay cortes y cocina a punto. Sostenibilidad: la anguila europea está catalogada “En Peligro Crítico” por la UICN. Considera alternativas con forma y textura similares, como congrio (conger) de captura responsable, o lleva la idea simbólica a otro pescado local certificado.
Al final, el capitón frito habla de eso que buscamos en Navidad: poner orden al caos con un gesto sencillo. Un mordisco caliente, un símbolo que cruje, y la sensación —por un rato— de que el año que llega nos encontrará preparados.
Meta descripción: ¿Por qué se come capitón frito en Nochebuena? Historia, símbolos y consejos prácticos de una tradición que mezcla vigilia, folklore y buen freír.
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