Una de las cosas que más deseamos para nuestra piel y que notamos al mirarnos al espejo es su brillo o, por el contrario, su sequedad.
La sequedad de piel ocurre cuando la piel pierde humedad y aceites naturales, volviéndose áspera, tirante, con picazón o escamas. Puede deberse al clima, duchas calientes o genética.
El agua es un pilar fundamental para la vida, tan esencial como el aire que respiramos, y es crucial no esperar a sentir sed para beber, ya que la sed es el primer indicio de deshidratación.
Adiós sequedad con el elixir natural
Considera que el 75% de nuestro cuerpo está compuesto por agua. Este dato por sí solo debería ilustrar la vital importancia de una hidratación adecuada para que nuestro organismo funcione de manera óptima. El agua es indispensable para el correcto funcionamiento de nuestros órganos internos. Además, juega un papel crucial en la eliminación de toxinas y desechos innecesarios del organismo. Al mantenernos hidratados, también evitamos la retención de líquidos; cuando el cuerpo detecta deshidratación, retiene líquidos como un mecanismo de defensa. Otro beneficio clave es su capacidad para regular la temperatura corporal, manteniéndonos frescos en climas cálidos y ayudando a distribuir el calor en climas fríos.
La relación entre el agua y nuestra piel es innegable: para que nuestra piel luzca suave, brillante y saludable, la hidratación es clave. El manto hidrolipídico, una fina capa compuesta de sudor y grasa que recubre la parte exterior de la epidermis, es el responsable de ese aspecto aterciopelado. Este manto es fundamental para mantener la hidratación cutánea y defender la piel de agentes externos dañinos.
Cuando estamos deshidratados, el manto hidrolipídico se ve comprometido, perdiendo su capacidad protectora. Una piel deshidratada tiende a agrietarse, luce opaca y tensa, y pierde elasticidad. Por el contrario, una piel bien hidratada es notablemente más elástica, luminosa y con un aspecto rejuvenecido. El agua, sin duda, es un anti-age natural que embellece nuestra piel desde el interior.
Determinar la cantidad de agua necesaria para tu cuerpo es más sencillo de lo que parece. Una regla general es dividir tu peso corporal (en kilogramos) por 30. Por ejemplo, una mujer de 60 kilogramos debería beber aproximadamente dos litros de agua al día para asegurar el correcto funcionamiento de su organismo. Recuerda que esta es una guía general y la cantidad puede variar según tu nivel de actividad física, el clima y tu estado de salud general.
