La retención de líquidos es un problema común, especialmente entre quienes llevan una vida sedentaria o atraviesan cambios hormonales importantes. Pero no se trata solo de una cuestión estética: puede afectar el bienestar general, la sensación de ligereza, la calidad del sueño e incluso el estado de ánimo.

Muchos creen que basta con beber más agua o tomar infusiones drenantes, pero la realidad es más compleja. El cuerpo retiene líquidos como una forma de protección ante desequilibrios internos, como una alimentación inflamatoria, un metabolismo lento o ciertos hábitos que lo sobrecargan.
El primer paso no es “eliminar agua”, sino ayudar al cuerpo a gestionarla mejor. Y eso se consigue con estrategias simples y cotidianas que combinan alimentación, movimiento y pequeños gestos que a menudo pasamos por alto.
Dormir, moverse, respirar: los aliados invisibles
El sueño es el primer regulador natural del equilibrio hídrico. Dormir mal eleva el cortisol, la hormona del estrés, que favorece la retención de líquidos. También la respiración diafragmática, si se practica de forma consciente durante 5 o 10 minutos al día, puede mejorar el drenaje linfático.
No es necesario hacer mucho ejercicio: con 30 minutos diarios de caminata rápida y algunos ejercicios para activar las piernas ya se puede estimular la circulación. Interrumpir el sedentarismo con pequeñas pausas también ayuda.

El problema no es solo la sal del salero, sino la sal oculta en alimentos procesados: salsas industriales, embutidos, pan de supermercado, galletas saladas. También los azúcares y harinas refinadas agravan la retención, al elevar la insulina, que favorece la acumulación de líquidos. Reducir estos ingredientes sin perder el placer de comer es el primer paso para desinflamarte de verdad.
Los alimentos que ayudan a drenar
En la mesa, conviene priorizar frutas y verduras con alto contenido de agua y potasio: pepino, piña, sandía, apio, espárragos, kiwi, frutos rojos. El potasio contrarresta el sodio y favorece la eliminación natural de líquidos. También las proteínas magras (como el pescado azul, el pavo o la clara de huevo) ayudan a mantener la masa muscular y equilibrar los fluidos.
¿Un extra? Las infusiones de ortiga o abedul pueden ser un buen apoyo, pero solo si se integran en un estilo de vida equilibrado. Beber mucha agua no sirve de nada si se hace de golpe o solo por la noche. Lo ideal es tomarla en pequeñas cantidades durante el día, mejor si se le añade limón o jengibre. Un truco útil: empieza la mañana con un vaso de agua tibia en ayunas para activar el hígado y la diuresis natural.
No hay que resignarse a vivir con retención de líquidos. Cada pequeño hábito cuenta. El cuerpo está diseñado para mantener el equilibrio: solo necesita las condiciones adecuadas. Dormir mejor, moverse más, evitar los excesos de sal oculta y elegir alimentos que desinflamen y drenen. Los beneficios no son solo visibles en el espejo: se sienten en la ligereza del cuerpo, la claridad mental y la energía con la que se afronta el día.