Hay recetas que se convierten en pequeños rituales semanales, sobre todo cuando son saludables, fáciles de preparar y aptas para cualquier ocasión.

Estas albóndigas de lentejas y zanahoria al horno son uno de esos platos que vuelven a menudo a mi cocina. Las preparo con antelación, a veces por la noche, y al día siguiente están perfectas: frías, compactas y sabrosas.
Son ideales para llevar al trabajo, disfrutar en un wrap integral, con una rebanada de pan tostado o simplemente acompañadas de verduras crudas. Tienen muy pocas calorías, son ricas en fibra y proteínas vegetales, y se conservan perfectamente en la nevera durante 2 o 3 días. Lo que las hace aún más apetitosas es una salsa de yogur rápida, que aporta frescura y equilibra cada bocado con un toque más sabroso. Un plato que conquista por su sencillez, practicidad y sabor.
Las albóndigas ligeras que se preparan con antelación (y mejoran al día siguiente)
Perfectas para quienes están a dieta, para un almuerzo fuera de casa o como alternativa vegetariana sin renunciar al sabor. Se cocinan al horno, sin sartén ni fritura.

Ingredientes
Para unas 12 albóndigas:
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200 g de lentejas cocidas (pueden ser en conserva, bien escurridas y enjuagadas)
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2 zanahorias medianas ralladas
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1 huevo
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1 cucharada de harina de garbanzo (o pan rallado integral)
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1 diente de ajo picado (opcional)
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Perejil fresco picado al gusto
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Pimentón dulce o comino (al gusto)
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Sal y pimienta al gusto
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Aceite de oliva virgen extra para engrasar la bandeja
Para la salsa de yogur:
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1 vasito de yogur griego natural
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Zumo de medio limón
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Un chorrito de aceite de oliva virgen extra
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Menta o cebollino picado
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Sal y pimienta al gusto
Preparación
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En un bol grande, aplasta las lentejas con un tenedor hasta obtener una textura grumosa.
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Añade las zanahorias ralladas, el huevo, la harina de garbanzo, el ajo (si lo usas), las especias, el perejil, la sal y la pimienta. Mezcla bien hasta obtener una masa compacta pero suave.
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Si la mezcla queda demasiado blanda, añade un poco más de harina de garbanzo o pan rallado.
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Forma albóndigas con las manos, colócalas en una bandeja con papel de horno y pincélalas ligeramente con aceite.
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Hornea a 180 °C (calor arriba y abajo) durante 20-25 minutos, dándoles la vuelta a mitad de cocción.
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Mientras tanto, prepara la salsa mezclando el yogur con el zumo de limón, el aceite, las hierbas aromáticas, sal y pimienta.
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Una vez listas, deja que las albóndigas se enfríen. Están deliciosas frías, e incluso más sabrosas al día siguiente.
Consejos y variaciones
Puedes añadir a la base una cucharada de parmesano rallado si no eres vegano, o usar otras especias como curry o cúrcuma. Si prefieres otra salsa, pruébalas con hummus o una crema de aguacate y limón. Se conservan en la nevera hasta 3 días en un recipiente hermético.
Errores que debes evitar
Un truco clave para que las albóndigas salgan bien es escurrir bien las lentejas: si quedan demasiado húmedas, la mezcla será blanda y difícil de trabajar. En ese caso puedes añadir más pan rallado, pero es mejor empezar con una base bien seca.
No te excedas con el huevo: uno es suficiente para unir los ingredientes. Añadir más puede hacer que las albóndigas queden esponjosas y pierdan esa textura firme que las hace tan prácticas incluso en frío.
Y por último, no tengas prisa por comerlas recién salidas del horno: dejar que se enfríen bien marca la diferencia. Al enfriarse, se vuelven más estables, más sabrosas y mucho más cómodas de llevar contigo al día siguiente. Ese es justamente el secreto que las ha convertido en una cita fija en mi semana.