La Vitamina D es un nutriente fundamental, a menudo conocido como «la vitamina del sol». Aunque se clasifica como una vitamina liposoluble (se disuelve en grasas), es en realidad única en su especie.

A diferencia de las vitaminas clásicas, que solo deben introducirse a través de la alimentación, nuestro organismo es capaz de producirla autónomamente en cantidades significativas.
Vitamina D: una aliada esencial para tu salud
El mecanismo de producción es fascinante: cuando exponemos la piel a la luz solar, en particular a los rayos UV, una grasa similar al colesterol presente bajo la epidermis se transforma en Vitamina D3 (colecalciferol). Esta es la forma de origen animal.
La Vitamina D, tanto la producida por la piel como la absorbida por el intestino a través de la dieta, se une luego a una proteína específica y es transportada en la sangre hacia los órganos y tejidos donde debe actuar. ¿Para qué sirve la Vitamina D?

Su función más conocida y crucial es la homeostasis del calcio y el fosfato; en términos sencillos, actúa como un director de orquesta, regulando la absorción de estos minerales esenciales y su depósito en los huesos. Es por este motivo que la Vitamina D es vital para el crecimiento, el mantenimiento y la robustez del esqueleto en todas las etapas de la vida.
Además de dar soporte a los huesos, cumple una función como hormona (actuando sobre órganos diana específicos) y tiene implicaciones cada vez más estudiadas para el sistema inmunitario y la salud muscular.
Dónde encontrar la Vitamina D en los alimentos
Aunque la exposición al sol es la fuente principal, una parte de la Vitamina D también debe provenir de la dieta. Los alimentos más ricos son de origen animal y contienen la forma D3, más biodisponible:
Pescado graso (salmón, arenques, sardinas, caballa)
Aceite de pescado e hígado
Yema de huevo
La forma Vitamina D2 (ergocalciferol) se encuentra, en cambio, en algunos alimentos vegetales, como los hongos y las algas. Hongos como los porcini (boletus), ovoli y finferli contienen cantidades apreciables, aunque el champiñón más común tiene menos.
Para asegurar un aporte constante, es habitual encontrar en el mercado alimentos fortificados, como algunos tipos de leche o cereales para el desayuno, a los que se les añade vitamina D artificialmente durante la producción.