La marcha es una disciplina atlética poco conocida. Esto es lo que sucede si la practicas en lugar de correr
La marcha atlética es tal vez una de las disciplinas olímpicas menos conocidas. Quizás la hayamos visto alguna vez por televisión, cuando toda la familia se arracima en torno a la pequeña pantalla para disfrutar de los Juegos Olímpicos. Y, aunque a primera vista nos pueda parecer que el esfuerzo físico realizado no es comparable al de un corredor experimentado, lo cierto es que podemos estar muy equivocados.
Es cierto que resulta más fácil que correr, por eso se recomienda a las personas que llevan una vida sedentaria. Primero se debe empezar por andar largas distancias tratando de controlar la fatiga e hidratándose correctamente durante el trayecto. Después, una vez el organismos se haya habituado al movimiento, podemos pasar a la marcha.
Esta consiste en andar dando pasos largos y constantes, tratando de mantener un ritmo rápido y consistente sin detenerse. Una forma buena de iniciarse en esta práctica es desplazarse desde nuestra casa hasta un lugar situado a 25 o 30 minutos de esta. Podremos pararnos a descansar brevemente una vez lo alcancemos y después emprender la vuelta al hogar de la misma manera, mediante pasos largos y rápidos, manteniendo la concentración en no disminuir el ritmo.
A largo plazo, no solo reduciremos en gran medida el tiempo de desplazamiento, sino que también lograremos tonificar parte de nuestro tren inferior, en especial los gemelos. Después de la marcha es recomendable disfrutar de una ducha de agua fría para relajar los músculos y practicar estiramientos haciendo especial hincapié en los gemelos. Durante el trayecto podremos llevar una riñonera amarrada a la cintura en la que guardemos una botella de agua pequeña e incluso un plátano para tomarlo cuando hagamos el descanso breve.
Las articulaciones
Uno de los principales beneficios de la marcha es el escaso impacto sobre las articulaciones, puesto que nuestros pies se encuentran en contacto con el suelo en todo momento. Sin embargo, precisamente por esto, también es muy aconsejable escoger terrenos relativamente llanos, sin desniveles ni obstáculos. Sortear un obstáculo puede hacernos perder el ritmo y también la concentración.
Marchar nos permitirá llegar a una velocidad media de cinco kilómetros por hora. De esta forma, trayectos que a un paso normal nos habrían llevado veinticinco minutos pueden reducirse a quince o incluso menos dependiendo de las cuestas del camino o los obstáculos.